Miedo
Hace un mes estaba en una ciudad nueva para mi, en una hora tarde de la noche, con una apariencia de turista y cargando mis maletas.
Me senté en la banca del centro y entablé una conversación con el joven que estaba a mi lado. Después de esa charla me invitó a salir con él. Fuimos acompañados por sus amigas y en el transcurso del camino al bar me preguntó: ¿no tienes miedo?, a lo que respondí: ¿de qué?.
Pasé una noche increíble y volví con bien a casa. Al regresar a mi ciudad y contar esta historia me hicieron la misma pregunta: ¿no te dio miedo?, mi respuesta fue la misma: ¿de qué?... entonces comprendí que el haber hecho eso pudo llevarme a la muerte, una desaparición, violación o en el “mejor de los casos”, un robo.
Qué difícil es pensar y vivir en la seguridad del país en la cotidianidad. ¿Por qué debí tener miedo?, por ser joven, por ir a un bar, por estar a altas horas de la noche, por estar sola, por estar en una ciudad desconocida, por ser del sexo femenino, por confiar en un desconocido. ¿Cuál de todos estos prejuicios iba a ser mi condena?.
Sara Hernández
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