30 agosto 2020

Muñeca

Muñeca 

Me sacaron del empaque una noche de navidad, en los ojos de la niña pude notar que la mirada no le alcanzaba para contemplarme, ahí descubrí que era diferente. Cuando sus padres me colocaron a lado de ella eran obvios los centímetros que me sobraban. A pesar de eso esa niña abrazó mis piernas con todas sus fuerzas.

    Los días posteriores de mi despertar me los pasé jugando con ella, se le hacía complicado cargarme, pero logramos tener reuniones de té e incluso podía usar como vestuario su ropa, tuvimos días de camping donde una manta con almohadas y una lámpara hacían el efecto de estar fuera de casa.


    Los días pasaron y llegó el momento de regresar a la escuela, mi tamaño ayudó a no ser guardada como los otros juguetes, podía verla todos los días y jugar con ella en la brevedad de las posibilidades.


    Entonces empezó a crecer, lo noté cuando se ponía a mi lado y éramos de la misma estatura, también me percaté cuando ya no nos quedaba la misma ropa, lo noté cuando no hubo tardes de té y el tiempo de jugar se redujo. Un día sólo me vistió, peinó mi cabello y me dijo: “jamás te puse nombre, hoy te digo que te llamas Gloria”. Después me colocó arriba de su armario y no volvimos a jugar más.



Sara Hernández

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