27 septiembre 2020

Niña

Niña

Niña, cuándo entenderás que sola llegaste y sola reirás. Recuerdas cuantas veces lloraste para que mamá regresara, gritaste tan fuerte que tu llanto traspasaba las paredes, pero ella, la causante de tus lágrimas nunca volvió. Estabas muy pequeña cuando pasó eso, como para que lo recuerdes. Y aunque ella estuvo el resto de tu vida, jamás acudió a tus llamados.

Niña has sido fuerte, tu imaginación te ayudó a sopesar la soledad, fuiste amiga de las cabras, de los árboles, de las aves, no sé por qué, pero en los humanos te costó mucho confiar. A pesar de haber llorado tanto cuando eras una bebé, todos te recuerdan más por tus fuertes gritos.

Recuerdas cuando te perdiste en el súper mercado, guardaste la calma y comenzaste a caminar por los pasillos. Creo que hasta ese punto habías entendido que, aún siendo su hija, jamás notarían tu ausencia y aunque gritaras tan fuerte no te buscarían hasta que ellos se percaten que faltabas tú. De nada te servía saber que tú estabas perdida si nadie iba a buscarte. En esa ocasión, volviste a tomar sus manos y volver a casa como si jamás te hubieras perdido.

Creciste, te tocó cuidar a tu hermano, ¿quién te cuidaba a ti, mi niña? Hacías las tareas como podías y procurabas portarte bien. Esto último aún no lo entendemos, para qué. Navegaste sin rumbo un rato, te ibas conforme las olas pasaban, aprendiste a nadar. En el transcurso de ese aprendizaje tuviste muchos sustos, en numerosas ocasiones estuviste a punto de ahogarte.

Cuando por fin volviste a tierra, los pasos eran distintos, mirando las huellas en la arena te dabas cuenta que solo había un par. ¿Dónde quedaron todas esas personas que se cruzaron en tu camino?, supongo que también crecieron; con muy pocas volverás a coincidir.

En el amor romántico espero que entiendas que has recorrido este camino, en desiertos, playas y ciudades, durante todas las estaciones del año, algunas veces descalza y otras con los mejores zapatos. Antes de ese momento, espero que comprendas que tus piernas son fuertes, tus pasos firmes y tú dirección correcta, porque no te tocará vivir como a todos los demás, no te unirás a una vida, ni él o ella a ti. Solo podrás acompañar a otra persona. Eso ocurrirá cuando entiendas que tus llamados no se tienen que convertir en gritos, ni tu llanto debe ser tan amargo. Cuando quien te acompañe, mi niña, note que le haces falta cuando tengas que partir. Espero que esperes, mientras sigas tus pasos y espero notes esos ojos que coincidirán con tu brillo.

Mi niña, hasta ese punto comprenderás que podrás reír sola y también acompañada.


Sara Hernández

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